La Nación Tras 200 años de misterio: cómo fueron los últimos días y la muerte del hijo de María Antonieta
27/11/2025
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Una investigación genética fue la que resolvió el enigma y confirmó el destino del pequeño Luis Carlos, conocido históricamente como Luis XVII
La historia de Luis Carlos de Borbón, nacido en Versalles el 27 de marzo de 1785, quedó marcada desde su primer día de vida por el derrumbe inminente de la monarquía francesa. Hijo de Luis XVI y María Antonieta, creció en un país convulsionado que avanzaba hacia una revolución que no tardaría en cambiar para siempre su destino y el de toda su familia. Tras la insurrección del 10 de agosto de 1792, el pequeño fue encarcelado junto a sus padres y hermanos en el Temple, una fortaleza medieval convertida en prisión. Allí permaneció hasta enero de 1793, cuando su padre fue guillotinado. Los monárquicos en el exilio lo proclamaron automáticamente rey bajo el nombre de Luis XVII, aunque solo tenía siete años. Su figura pasó a ser un elemento político clave en plena guerra entre Francia, Austria y Prusia, y por eso el gobierno revolucionario decidió aislarlo aún más. El 3 de julio de 1793 lo separaron de su madre y lo dejaron bajo la custodia de Antoine Simon, un zapatero encargado de su “reeducación”. María Antonieta sería ejecutada pocos meses después, el 16 de octubre de ese mismo año, sin que él nunca llegara a saberlo.A partir de 1794, Luis Carlos volvió a ser confinado en una celda del Temple en condiciones deplorables que deterioraron rápidamente su salud. Desde ese momento comenzó a crecer un enigma que perduraría más de 200 años: ¿qué había ocurrido realmente con el heredero de Francia? Según algunas versiones, alguien habría ingresado en secreto a la prisión sin ser visto por los guardias, reemplazado al niño por otro y huido con él. La leyenda se volvió tan popular que, durante el siglo XIX, aparecieron decenas de hombres que aseguraban ser el verdadero Luis XVII o descendientes del mismo. E incluso se escribieron novelas que hablaban sobre el “rey perdido”.El misterio se mantuvo intacto hasta el año 2000, cuando un grupo de científicos decidió aplicar técnicas modernas de ADN para resolverlo. La clave estaba en un objeto tan extraño como valioso, el corazón del niño. El mismo había sido extraído durante la autopsia realizada por el médico Philippe-Jean Pelletan al momento de su muerte. La trágica vida de Luis Carlos de BorbónEse órgano, reseco por el paso del tiempo, había pasado por robos, extravíos y múltiples manos durante dos siglos, hasta que terminó en la Basílica de Saint-Denis. A partir de allí, investigadores de la Universidad de Lovaina (Bélgica) y la Universidad de Muenster (Alemania), liderados por el genetista Jean-Jacques Cassiman, comenzaron el análisis. El mismo no fue para nada fácil, ya que en principio debió ser cortado en dos para extraer el ADN y luego iniciar la parte más difícil, encontrar material genético confiable de María Antonieta que confirmara que se trataba de su hijo legítimo. ¿Cómo hicieron los científicos para encontrar ADN de María Antonieta?El hallazgo decisivo llegó con un collar perteneciente a la madre de la reina, la emperatriz María Teresa I de Austria, quien había guardado dieciséis medallones con mechones de cabello de cada uno de sus hijos, incluidos los de quien sería la futura reina de Francia. Pero los expertos querían ser muy precisos a la hora de dar su veredicto final, por lo que buscaron otra muestra más de ADN de la monarca.Así dieron con los descendientes directos de la emperatriz, que eran en aquel entonces la reina de Rumania y su hermano, quienes aportaron muestras de sangre. Las pruebas comparadas arrojaron un resultado concluyente: el ADN del corazón conservado en Saint-Denis coincidía exactamente con el linaje materno de María Antonieta.Así se confirmó que Luis Carlos no había escapado ni había sido reemplazado. Murió en prisión a los diez años, víctima del abandono, la enfermedad y el aislamiento. Con esta certeza, el Ministerio de Cultura francés autorizó en 2004 un entierro simbólico en la Basílica de Saint-Denis, el panteón de los reyes de Francia, donde pudo finalmente reencontrarse con los suyos.
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